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Capital erótico: el poder de atracción según Catherine Hakim

  • Foto del escritor: Lali Botero
    Lali Botero
  • 3 sept
  • 4 Min. de lectura


Portada del libro Catherine Hakim (Capital Erotico)
Portada del libro Catherine Hakim (Capital Erotico)

Cómo convertir presencia y estética en ventaja estratégica el poder de atracción


Hay mujeres que, al entrar en una sala, reorganizan la atmósfera. No se trata solo de belleza: es una mezcla de presencia, carisma, detalle y lectura social que vuelve todo más fácil—desde una negociación hasta una conversación íntima. A eso, la socióloga Catherine Hakim lo llama capital erótico: un activo personal —como el económico, el social o el cultural— que suma valor en la vida profesional y privada. Su tesis, tan polémica como influyente, sostiene que vivimos en sociedades cada vez más “sexualizadas” donde ese capital pesa más de lo que queremos admitir y, bien gestionado, se convierte en ventaja competitiva.


De qué hablamos cuando hablamos de capital erótico


Hakim define el capital erótico como un conjunto de atractivos estéticos, físicos, sociales y sexuales que hacen a una persona magnética para su entorno, y que pueden convertirse en otros capitales (prestigio, relaciones, oportunidades, incluso ingresos). No es una cualidad única, sino un portafolio de seis (a veces siete) elementos que interactúan entre sí: belleza, atractivo sexual, atractivo social (habilidades de interacción), vivacidad/energía, presentación (estilo, cuidado, elegancia) y sexualidad (competencia y juego erótico); en ciertos contextos culturales, fertilidad aparece como séptimo componente.

Clave Zermon: no es “ser guapa”; es saber construir atmósfera —la suma de cómo te ves, cómo hablas, cómo te mueves y qué narrativa estética presentas al mundo.

¿Por qué importa en la sala de juntas y en la intimidad?

el poder de atracción

Para Hakim, el capital erótico opera más allá de la vida privada: afecta medios, política, publicidad, deporte, arte y, por supuesto, el trabajo. Su hipótesis más provocadora: las mujeres suelen disponer de más capital erótico que los hombres y lo infrautilizan por normas sociales que lo devalúan o lo vuelven tabú. En contextos “modernos y sexualizados”, ese activo gana valor y se traduce en oportunidades profesionales —desde el impacto de la primera impresión hasta el diferencial de influencia en negociaciones y redes.


La literatura empírica reciente es ambivalente pero sugerente: algunos estudios han explorado vínculos entre capital erótico y bienestar subjetivo, u efectos en decisiones de contratación (p. ej., cómo “presentación” y “atractivo social” sesgan evaluaciones). No es magia: es psicología de la percepción sumada a disciplina estética.


Los seis (o siete) elementos, traducidos a práctica femenina


Belleza. Más que rasgos: proporción, armonía y cuidado. Se entrena (rutina, piel, cabello) y se enmarca (luz, encuadre, color).Atractivo sexual. No equivale a exhibición. Es tensión sutil: una mirada, una pausa, el timbre de voz.Atractivo social. Habilidad para leer la sala, modular conversación, hacer sentir cómoda a la gente; carisma con disciplina.Vivacidad. Energía, humor, chispa. Una mujer vital eleva la temperatura social sin esfuerzo.Presentación. Curaduría de estilo: silueta, texturas, códigos del lugar (desde una junta hasta un cóctel). La elegancia es precisión.Sexualidad. Competencia íntima y juego —más relevante en lo privado, pero sugiere confianza en lo público.Fertilidad (según contexto). Factor cultural y simbólico que no es universal ni central en ámbitos profesionales.


Críticas que conviene conocer


Una parte del feminismo y de la sociología cuestiona a Hakim por esencialista (atribuir diferencias rígidas por sexo) y por presentar el capital erótico como “estrategia” para compensar desigualdades estructurales. El sociólogo Adam Isaiah Green sostiene que el “honey money” —monetizar el atractivo— es una mala estrategia colectiva para resolver brechas de género, aunque reconozca el poder social del deseo. Críticas periodísticas añadieron que Hakim generaliza y subestima la complejidad del género y la clase. Conclusión: útil como lente analítica; insuficiente como política pública.


Cómo aterrizarlo (bien) en tu vida profesional —sin moralina


1) Presentación como lenguaje. Tu look es semiótica: adapta silueta, maquillaje y joyería al “campo” (corporativo, creativo, académico). Estética = legibilidad.


2) Atractivo social entrenado. Escucha activa, humor elegante, tempo conversacional. El carisma no se finge: se entrena.


3) Vivacidad con límites. Energía alta sin hiperactividad. Presencia antes que estridencia.


4) Erotismo sutil. No es sexualización: es magnetismo. Una prenda con caída impecable, una fragancia con memoria, un gesto pausado.


5) Consistencia digital. Tu feed es portafolio: luz, color, tipografía, ritmo. La narrativa visual sostiene tu autoridad.


Ética Zermon: agencia propia, consentimiento como norma, límites claros. El capital erótico no reemplaza competencia técnica; la enmarca.

Preguntas frecuentes (lo que siempre te van a cuestionar)


“¿No es esto cosificar?” No. Es reconocer que la estética opera en lo social y elegir diseñarla con conciencia, no negarla.


“¿Puede jugar en contra?” Sí, si se usa sin criterio de contexto (presentación disonante, lectura social pobre). La elegancia es adecuación.


“¿Solo sirve a mujeres ‘bellas’?” No. El portafolio tiene múltiples entradas: voz, humor, estilo, conversación, postura. La belleza sin lectura social se agota.


La tesis de Hakim incomoda porque pone nombre a lo que muchos prefieren dejar tácito: la estética y la atracción  pesan. En Zermon no las romantizamos ni las demonizamos: las profesionalizamos. Si el capital erótico es un lenguaje, nuestra tarea es alfabetizarnos en él: construir presencia, entrenar carisma, curar presentación y movernos con disciplina. Porque en la sala de juntas —como en la vida— la narrativa más poderosa es la que se encarna.


Capital erótico: el poder de atracción según Catherine Hakim

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